El proceso que conocemos como Revolución Francesa supuso la caída del Antiguo Régimen en uno de los países más poderosos del mundo. Las repercusiones de tal conflicto no afectaron exclusivamente a Francia, sino que, en mayor o menor medida, sirvieron de referente a aquellos que en Europa conspiraban contra de las monarquías absolutas y luchaban por la abolición de las desigualdades del régimen feudal.
En las postrimerías del siglo XVIII, Francia asiste al desmoronamiento de sus caducas estructuras feudales.
El proceso se manifestó a través de una crisis social y del Estado que condujo a la descomposición del absolutismo. Las ideas de la Ilustración jugaron un papel muy importante en este conflicto. La mala coyuntura económica que aquejó al país durante los años 80 aceleró el proceso.
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Crisis de la sociedad
Legalmente la sociedad francesa estaba dividida en estamentos fundamentados sobre los privilegios y la desigualdad. Los beneficiarios de este orden social eran la nobleza (compuesta por unos 400.000 individuos) y el clero (120.000), ambos poseedores de privilegios y exenciones.
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Un tercer grupo que estaba constituido por burgueses, artesanos, campesinos y otros colectivos marginales carecía de privilegios y sumaba el 90% de la población (unos 25.000.000 de almas). Sobre ese heterogéneo conjunto recaían los impuestos y cargas económicas en los que se sustentaba el Estado.
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Los cambios económicos que estaban teniendo lugar en el seno del capitalismo comercial dotaban a la burguesía de un fuerte poder económico que no se correspondía con su escaso protagonismo político. Este desajuste originaba gran frustración en una clase rica y culta que reclamaba un nuevo marco social y político donde poder desarrollar sus expectativas.
Crisis del Estado
Francia estaba gobernada por una monarquía absoluta encarnada en un rey de derecho divino y un Estado fuertemente centralizado. Pero a la altura de 1789 esta organización había quedado obsoleta y el aparato administrativo y judicial no funcionaban correctamente. Para muchos se hacía necesaria una profunda reforma a la que, sin embargo, estaban poco dispuestos los privilegiados.
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La crisis del Estado se traducía en un crónico déficit que hacía que anualmente los gastos de la Hacienda Pública superasen en un 20% a los ingresos. Las medidas que se acometieron para paliar el problema no hicieron sino complicar la situación pues se centraron no en una profunda reforma fiscal, sino en el creciente recurso a empréstitos y al incremento de la presión fiscal (es decir, más impuestos). Esta difícil situación constituirá uno de los detonantes del estallido revolucionario.
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La acción de la ideología ilustrada
La Ilustración subrayó esas contradicciones, las denunció y criticó, contribuyendo a socavar los cimientos sociales y políticos del Antiguo Régimen.
Destacaron las teorías de Montesquieu y Rousseau, fundamentadas en los principios de separación de poderes, soberanía nacional e igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. El ejemplo de cómo esos principios podían llevarse a la práctica lo tuvieron los franceses en los Estados Unidos de Norteamérica.
Destacaron las teorías de Montesquieu y Rousseau, fundamentadas en los principios de separación de poderes, soberanía nacional e igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. El ejemplo de cómo esos principios podían llevarse a la práctica lo tuvieron los franceses en los Estados Unidos de Norteamérica.
Una difícil coyuntura económica
En 1788 los precios del trigo subieron a consecuencia de una serie de malas cosechas.
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La crisis de subsistencias afectó a amplios sectores de la población, creando un ambiente de tensión social y política ya que frente a la escasez, la carestía y el hambre los notables y la Corte siguieron sumidos en un ambiente de lujo, despilfarro y ostentación.
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El proceso revolucionario
La protagonizaron la aristocracia y el clero que se opusieron a las propuestas del ministro de Luis XVI, Calonne. Éste para evitar la bancarrota de la Hacienda proyectó una reforma fiscal que incorporaba como contribuyentes a los privilegiados.
Reunidos en una Asamblea de Notables, integrada por príncipes, grandes nobles y altos dignatarios eclesiásticos, los dos grupos privilegiados se opusieron frontalmente a las pretensiones de Calonne y solicitaron al rey la convocatoria de los Estados Generales, una asamblea en la que también tenía representación el Estado Llano.
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Los Estados Generales (1789)
Se reunieron en Versalles el 5 de mayo de 1789 con el propósito de solventar el problema financiero. En la práctica sirvieron de plataforma para que el Estado Llano pidiese reformas políticas radicales, canalizando dichas demandas mediante los llamados “Cuadernos de Quejas”.
El Estado Llano, que contaba con un número de componentes que igualaba al de los otros dos juntos, planteó que las votaciones se hiciesen individualmente, es decir, cada diputado un voto y no por estamentos, a lo que tanto la nobleza como el clero se negaron.
El Estado Llano, que contaba con un número de componentes que igualaba al de los otros dos juntos, planteó que las votaciones se hiciesen individualmente, es decir, cada diputado un voto y no por estamentos, a lo que tanto la nobleza como el clero se negaron.
Ante tal rechazo, los representantes del Tercer Estado optaron por reunirse separadamente, lo que realizaron en forma de Asamblea Nacional en un frontón (juego de pelota) ante la imposibilidad de hacerlo en la Cámara que había sido cerrada por orden real.
La Asamblea Legislativa (1791-1792)
De acuerdo con la Constitución de 1791 se configuró una nueva Asamblea, que habría de trabajar junto al rey en la elaboración nuevas leyes. Durante ese período tuvieron lugar una serie de hechos que radicalizaron la revolución:
En exterior
Tras la aprobación de la Constitución del Clero, el rey intentó huir a Austria (2 de junio de 1791).
Como reacción, las potencias absolutistas encabezadas por Austria y Prusia (Declaración de Pillnitz) decidieron intervenir en ayuda del monarca francés. La Asamblea Legislativa, dominada por los girondinos (republicanos moderados), declaró la guerra a Austria (1792), en tanto que los jacobinos (republicanos radicales) discrepaban de la decisión pues suponía una internacionalización de la Revolución que en principio no deseaban.
En el interior Se desencadenó la escisión del frente revolucionario. Esta división se vio propiciada por los iniciales reveses militares franceses en la primavera de 1792. Surgieron grupos radicales (como el de los Sans-Culottes) que reivindicaban cambios democráticos y sociales avanzados. El 10 de agosto instauraron en París una Comuna revolucionaria que destituyó y arrestó al rey procediendo a la sistemática persecución de sus seguidores. Se ponía fin de ese modo a la monarquía constituyente consagrada en la Constitución de 1791.
La Convención Nacional (1792-1794)
La Asamblea Legislativa fue reemplazada mediante sufragio universal por la Convención Nacional. Ésta abolió la monarquía e implantó una República.
La Convención contó en su seno con varias tendencias articuladas en los siguientes grupos:
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